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El camino a la Neutralidad Climática: la sociedad neutra en carbono

Viernes, 23 Septiembre, 2022

A la hora de llegar a los objetivos de la Agenda 2030, a través de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, todas las actividades económicas han tenido que reajustar sus procesos tradicionales, también la Ingeniería Civil. En este artículo de Cimbra, la Colegiada María del Carmen González Estarlich, Ingeniera Técnica de Obras Públicas e Ingeniera Civil, repasa las principales medidas europeas para la neutralidad climática, en una guía básica para comprender el cambio de paradigma en la Construcción. 

Introducción. Reglamento (UE) 2021/1119

Con los ojos puestos en el año 2050, la Unión Europea asumió, en el marco de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático de 2015 celebrada en París, el compromiso de avanzar y de alcanzar la neutralidad climática en la fecha fijada. De esta forma, se transforma en obligación el compromiso político establecido en el Pacto Verde Europeo consistente en alcanzar la neutralidad climática en 2050 y se eleva el objetivo de reducción de los gases de efecto invernadero para 2030 desde el 40% hasta, al menos, el 55% en comparación con 1990. Queda, así, patente que la amenaza existencial que supone el cambio climático requiere una mayor ambición e intensificación de acciones que tomar, tanto por parte de la Unión como de los Estados miembros.

En general, en el Reglamento (UE) 2021/1119 se constata que el cambio climático es un problema transfronterizo, por lo que se requiere una acción coordinada a escala de la Unión para complementar y reforzar eficazmente las políticas nacionales.

Tenemos que ser neutros en carbono a mediados de siglo, lo que significa que contamos con menos de tres décadas a fin de equilibrar las emisiones de dióxido de carbono con la cantidad equivalente a su retirada de la atmósfera. Según el presente Reglamento, las emisiones y absorciones de gases de efecto invernadero reguladas dentro de la Unión Europea estarán equilibradas a más tardar en 2050, por lo que en esa fecha las emisiones netas deben haberse reducido a cero y, a partir de entonces, la Unión tendrá como objetivo lograr unas emisiones negativas.

La relación proporcional entre las emisiones de gases de efecto invernadero y el calentamiento global es una evidencia científica que atestigua la necesidad de crear un entorno global habitable que respete y que preserve la biodiversidad.

La “Ley Europea del Clima†establece como medidas escaladas una serie de objetivos climáticos intermedios y medibles. En el caso de España, diferenciamos actualmente tres horizontes: 2023 a corto plazo, 2030 a medio plazo y 2050 a largo plazo.

Entre los objetivos que conseguir, como con la meta en el año 2030, coincidentes con el cubierto por el Acuerdo de París, destacarían:

  • Un 55% menos de gases de efecto invernadero.
  • Un 32% de energías renovables en el consumo de energía.
  • Un 32.5% de mejora de la eficiencia energética.
  • La consecución del objetivo de interconexiones de electricidad del 15% en 2030.

Y como objetivo principal con fecha límite año 2050:

  • Neutralidad climática.

Legislación

Sabemos cuál es la meta, pero ¿cómo la alcanzamos? Existen diferentes formas de conseguirlo. En primer lugar, los Estados miembro de la Unión Europea se comprometen a seguir la ley de Pacto Verde Europeo bajo el paraguas de un desarrollo eficiente e inclusivo, cuyo objetivo no es otro que poner en marcha una serie de medidas que permitan abordar los desafíos relacionados con el clima y con el Medio Ambiente y que, además, servirán de cimiento para conseguir los objetivos marcados.

Este pacto se caracteriza por tener una nueva estrategia de crecimiento destinada a formar una sociedad más equitativa y próspera, eficiente en el uso de recursos y competitiva. También aspira a proteger, a mantener y a mejorar el capital natural de la Unión Europea, prevaleciendo la protección, la salud y el bienestar de los ciudadanos frente a los riesgos y a los efectos ambientales. 

De esta manera, se regula que las instituciones de la Unión Europea y de sus Estados miembro adoptarán las medidas necesarias a diferentes escalas, tanto a nivel europeo como a nivel nacional, respectivamente. La meta común es permitir la consecución colectiva del objetivo de neutralidad climática, teniendo en cuenta la importancia de promover tanto la equidad y la solidaridad entre los Estados miembros como la eficiencia en términos de costes y de acciones a la hora de alcanzar dicho objetivo.

De sobra es conocida la necesidad de abordar de forma inmediata los crecientes riesgos para salud relacionados con el clima: olas de calor extremo, incendios forestales o inundaciones, así como la aparición de enfermedades infecciosas. Son algunos ejemplos que podemos citar para referirnos a la necesidad y a la importancia de recuperar y de gestionar los ecosistemas, mientras se lucha paralelamente contra el cambio climático.

A la vez, el Reglamento se alinea con la «Estrategia de movilidad sostenible e inteligente: encauzar el transporte europeo de cara al futuro», la cual establece una serie de objetivos de movilidad pública con las ventanas abiertas a un futuro sostenible e inteligente para el transporte europeo y con un plan de acción para lograr una reducción del 90 % de las emisiones del sector del transporte de aquí a 2050.

Úrsula Von der Leyen, actual Presidenta de la Comisión Europea, define este pacto con las siguientes palabras: “lograr que la naturaleza recupere la salud es fundamental para nuestro bienestar físico y mental y nos ayudará a luchar contra el cambio climático y los brotes de enfermedades. Es un elemento esencial de nuestra estrategia de crecimiento y forma parte de una recuperación europea que devuelve al planeta más de lo que le quitaâ€.

Algunas claves que destacar de este pacto serían, además de la citada reducción de emisiones, la descarbonización del sistema energético, poniendo el foco en la eficiencia energética pero sin olvidarse del riesgo de pobreza energética. Caminar juntos hacia una industria sostenible, transformando su cadena de valor parece y debe ser posible.

En España, tras la aprobación de la Ley de Cambio Climático y Transición Energética a mediados de 2021, el número de corporaciones que incluye estos mecanismos en su plan de negocio ascendió a más del 80%. No obstante esto, no han sido pocos los que han tachado a la misma de poco ambiciosa en comparación con la Ley Europea del Clima. Sin embargo, la mayoría coincide en elogiar que España por fin cuente con una ley de este tipo. 

Dentro de esta ley prevalecen unos objetivos mínimos, entre los que destacan:

  • Reducir a un mínimo del 23% la emisión de gases de efecto invernadero en el año 2030.
  • Aumento de más de 42% de consumo de energía renovable y, al menos un 74% de generación eléctrica a partir de energía renovable en el año 2030.
  • Mejorar la eficiencia energética a un mínimo de un 39.5%.

Estos objetivos serán revisados el próximo año, 2023, y posteriormente cada cinco años, con el deseo de que una vez analizados, se pueda realizar la implantación de objetivos de mayor ambición. En esta revisión, primará conocer si las medidas nacionales que están siendo consideradas para la consecución de la neutralidad climática tanto a corto como a largo plazo están siendo coherentes y si, a su vez, están garantizando avances en esta adaptación.

De forma paralela, la Comisión Europea también adopta una serie de estrategias de la Unión sobre la adaptación al cambio climático según el Acuerdo de París, así como sus revisiones periódicas. Las instituciones de la Unión y los Estados miembro garantizan un avance continuo en el aumento de la capacidad de adaptación, en el fortalecimiento de medias necesarias que tomar y en la reducción de la vulnerabilidad al cambio climático. También responden de las políticas de adaptación de la Unión y de los Estados miembros sean coherentes, se refuercen mutuamente, aporten beneficios a todos los sectores y vayan encaminadas a una integración totalmente adecuada a la adaptación al cambio climático en todos los ámbitos de las políticas contraídas, ya sea de índole social, económica o medioambiental.

Los Estados miembro están adoptando y aplicando estrategias y planes de adaptación nacionales, pero, teniendo siempre presente la estrategia conjunta de la Unión sobre la adaptación al cambio climático, basándose en el análisis en materia de cambio climático mediante diferentes evaluaciones de los avances realizados e indicadores aplicados que, además de aportar datos acerca de la evolución, nos informa científicamente y de forma actualizada del progreso de los mismos.

En sus estrategias de adaptación nacionales, los Estados miembro también deben tener en cuenta la especial vulnerabilidad de ciertos sectores, como es el de la agricultura, incentivando y promoviendo soluciones basadas en la naturaleza de éstos, apoyándose en la planificación, el desarrollo, la ejecución y la supervisión de proyectos de forma individual. La finalidad es poder aplicar las medidas más óptimas posibles en cada caso, estudiando previamente de forma particular cada sector. Como el resto de casos, estas estrategias son y serán evaluadas de forma periódica.

Según el Observatorio de Sostenibilidad, en 2020, en España, la emisión de gases ya era notablemente inferior en comparación a 1990 y ya se observa una caída notoria en comparación a 2007, año de mayor emisión de GEI a la atmósfera.

Por su parte, el Ministerio de Transición Ecológica de España ha publicado una guía donde define la Huella de Carbono y, dado que el primer paso para poder reducirla es calcularla, proporciona a través de esta documentación diversas herramientas para su cálculo. Éstas podrán ser utilizadas por las compañías obteniendo el informe de la cantidad de Gases de Efecto Invernadero (GEI) que son liberados a la atmósfera como consecuencia del desarrollo de su actividad.

El cálculo de huella de carbono permite la toma de decisiones para modificar los hábitos de consumo de energía, de productos, de movilidad, etc. y poder tomar acción para reducirla. Para ello, se deberán poner en marcha diversos compromisos adquiridos a nivel social.

Como ayuda en esta guía y, con el fin de cuantificar y clasificar la huella, se proponen diferentes soluciones en función del alcance de la misma. Por ejemplo, el alcance 2 correspondería a emisiones indirectas que generan las centrales de producción eléctrica.

Es imperativo hacer especial hincapié en describir y en promover nuevos hábitos en materia de energía, de agua, de movilidad, de consumo de productos y/o de residuos y de reciclaje. 

Como consejo, se podría mencionar la tan codiciada a día de hoy por los urbanistas Movilidad Sostenible, fomentando y facilitando nuevas alternativas de transporte, más sanas, accesibles y limpias, con el objetivo de conseguir una importante reducción de emisiones procedentes de carreteras, ferrocarriles, tráfico aéreo o vías navegables. Como hemos citado anteriormente, ambos objetivos van en paralelo.

A su vez, se centran esfuerzos en la llamada “economía azulâ€, reconociendo el papel de los océanos en el proceso de adaptación al cambio climático y se presta una atención especial a la biodiversidad. El aumento del nivel del mar, la acidificación de los océanos y la pérdida de la biodiversidad son otras de las múltiples consecuencias del cambio climático.

Para limitar el calentamiento global a 1.5 grados centígrados, un umbral que el Panel Intergubernamental para el Cambio Climático (IPCC) considera seguro, la neutralidad de carbono para mediados del siglo XXI es esencial. Este objetivo también se establece en el acuerdo de París firmado por 195 países, incluido la UE.

Pero, ¿qué implica esto en la práctica para el ciudadano y por qué hemos llegado a esta situación?

Aplicación de estrategias

Hoy en día, todas las facetas de nuestra vida tienen relación con el Medio Ambiente. Nuestra forma de producir y de consumir, basada en el uso de combustibles fósiles como el petróleo, el carbón o el gas natural, deja un rastro extremadamente perjudicial en nuestro planeta. 

El plan para alcanzar la neutralidad implica necesariamente la acción de adquirir estrategias que nos ayuden a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y que apuesten por un crecimiento económico disociado del uso de recursos y, por supuesto, que no dejen a nadie atrás.

Cabe destacar el hecho de que los efectos del cambio climático son extremadamente notables: sequías, fuertes lluvias, calentamiento global... Toda una permuta climática que desde hace ya años está haciendo saltar todas las alarmas y que, además, ha puesto en evidencia la necesidad de tomar medidas urgentes con el fin de paliar esta situación. Esta es la razón de ser de una ley que nace con el objetivo de dejar un balance cero en la emisión de dióxido de carbono y otros Gases de Efecto Invernadero (GEI).

Es de extrema necesidad difundir esta información para que esté al alcance de todos, desde empresas hasta ciudadanos, así como la necesidad de generar la promoción de cambios de hábitos cotidianos y la adopción de actitudes más sostenibles por parte de todos. Hay distintas formas de conseguirlo: las más saludable es no emitir más CO2 del que puedan absorber de forma natural los bosques y las plantas, que funcionan como sumideros de carbono a través de la fotosíntesis – asimilan CO2 de la atmósfera y lo transforman en oxígeno, ayudando de esta forma, a reducir las emisiones-.

A nivel individual, todos podemos y debemos aportar nuestro grano de arena, adoptando pequeñas acciones y, sobre todo, concienciándonos (a nosotros mismos y a los demás) de la importancia de éstas. La elección de termostatos regulables en la calefacción y agua caliente sanitaria o electrodomésticos clasificados como clase A++ o A+, en el caso de la iluminación, son algunas de las múltiples acciones que como ciudadanos podemos tomar de forma individual.

El fin es comenzar y ganar la batalla contra el impacto ambiental, ganar tiempo y prevenir una catástrofe, mientras seguimos asumiendo el reto y avanzando en una “cura†o “mitigación†`para esta problemática.

Autora. María del Carmen González Estarlich. Ingeniera Técnica de Obras Públicas, Ingeniera Civil, MBA, Máster en Project Management y Máster en Gestión y Dirección de Equipos. 

Puedes acceder al artículo completo en el número 421 de Cimbra, aquí.Â