Actualidad

Ingenieros Viajeros. El gran museo olvidado de Roma

Martes, 21 Marzo, 2023

El número 422 de Cimbra ha dado lugar a novedades. Entre las nuevas secciones, encontramos “Ingenieros Viajerosâ€, que trata de proporcionar un espacio lúdico a nuestros lectores, con el fin de que puedan conocer, de mano de nuestros Colegiados, puntos turísticos de interés en todo el mundo.

Comenzamos la sección con un destino europeo y conocido por todo el mundo: Roma. Ahora que la pandemia nos ha dado respiro y una oportunidad para viajar, recogemos la experiencia de un Colegiado en la ciudad eterna en agosto de 2022, más que válida para esta Semana Santa. 

Roma en agosto

Roma siempre será Roma. Y si es verdad que la ciudad es eterna, también es cambiante. Cada año que visito Italia me encuentro con un país diferente: en esencia el mismo pero cada vez más moderno, más cosmopolita y más caótico.

En mis múltiples visitas a Roma (creo que ya van más de diez), siempre he descubierto alguno nuevo. En 2019, el último verano que fuimos completamente libres de COVID, me encontré una ciudad vacía. Entradas libres para el Vaticano, paseos sin aglomeraciones y sitios vacíos en restaurantes. 

En 2021 (obviemos el catastrófico año de la pandemia), me choqué con la realidad del pasaporte COVID y de las limitaciones, más pronunciadas que en España: la obligatoriedad del pasaporte de vacunación para la entrada a todos los lugares públicos, incluidos los restaurantes, y la mascarilla en la visita a museos. Sin duda, una experiencia un tanto incómoda pero, vistas las olas posteriores, necesaria. 

Ya en 2022, en agosto, me he encontrado una ciudad completamente diferente pero intacta. Distinta a lo vivido en 2021 e igual a lo que hemos experimentado todos aquellos que hemos vivido un Erasmus en Italia: mucha actividad en las calles, alegría en la gente y, sobre todo, fluir de experiencias. 

Justo los días antes de Ferragosto (la gran fiesta del día 15 en Italia), Roma estaba intransitable de turistas. Los romanos hacía días que habían abandonado la ciudad y apenas quedaban habituales de la zona. 

La Fontana di Trevi, el Vaticano (con visitas únicamente libres a última hora de la tarde) y el Coliseo parecían Gran Vía un domingo de octubre por la mañana. Ante el caos que supone ir a Roma sin reserva previa en un pico de visitas turísticas, no quedaba otra que investigar nuevos lugares. 

Así encontré los Museos Capitolinos (Piazza del Campidoglio 1. 00186 Roma). Sabía de su existencia pero, con tanto estímulo visual, siempre se quedaban en el tintero. Este centro cultural se ubica en pleno centro de Roma, en una escalera presidida por dos esculturas de estilo renacentista. En la plaza que alberga el museo, rodeada de soportales, se encuentra una figura ecuestre de bronce de Marco Aurelio, una réplica de la que se encuentra en el interior del museo.

La entrada (apenas había cola) cuesta 15 euros por persona y da acceso a todo el museo, compuesto por dos plantas y un mirador. A lo largo de las diferentes salas, el visitante conoce, en cartelería en italiano y en inglés, la historia de la ciudad de Roma, a través de pinturas, infografías y esculturas, especialmente del antiguo Imperio Romano.

Una variedad única dedicada a la urbe que se recoge en una ubicación imprescindible en la vida diaria de la Roma de la Edad Media. Hablamos del Capitolio, que suponía el centro religioso de la ciudad y, posteriormente, de la vida civil, siendo sede de la Magistratura. “A mediados del siglo XVI se habían colocado en el Capitolio obras escultóricas significativas (como la estatua de Hércules de bronce dorado procedente del Foro Boario, los fragmentos marmóreos del acrolito de Constantino de la Basílica de Majsencio, los tres paneles en relieve con las gestas de Marco Aurelio, el llamado Bruto Capitolino) e importantes inscripciones (como las de los Fasti Capitolini hallados en el Foro Romano)â€, tal y como se explica en la web oficial de los museos.  

A finales de dicho siglo, con la prohibición de Pío V de albergar en el Vaticano imágenes paganas, el museo incrementa considerablemente su obra. En 1654, se construyó el Palacio Nuevo, justo enfrente del edificio original del museo. De esta manera, se dispusieron más holgadamente las muestras de arte romano, no abriéndose al público hasta bien entrado el siglo XVIII, en 1734. 

Los Museos Capitolinos, como no podía ser de otra manera, también fueron fruto de la política, sirviendo de herramienta de conexión a partir de 1870, con la unificación italiana y con la instauración de Roma como capital del nuevo país. 

Posteriormente, al Palacio de los Conservadores se une el Brazo Nuevo (1952) y la Galería Lapidaria (1957), con una moderna disposición de las obras de arte, apoyada por una catalogación, realizada en 1925. 

A lo largo del siglo XX y XXI, estos museos han sufrido una notable transformación, con la adquisición de palacios vecinos que han incrementado su espacio expositor y, por supuesto, la comodidad de las visitas: “El proyecto de reestructuración, encargado a los estudios Dardi y Einaudi, y, para el Jardín Romano, al arquitecto Carlo Aymonino, tiene como objetivo crear un recorrido museístico muy articulado, que completará la adquisición de nuevos espacios expositivos junto a la reorganización de algunos sectores del museo y la reapertura de las secciones cerradas ya rehabilitadasâ€.

Pero si algo destaca de este edificio son dos cosas. Por una parte, la escultura de la loba alimentando a Rómulo y Remo. Por otra, el gran mirador. 

En primer lugar, la escultura dedicada a Luperca, la loba que alimentó a unos Rómulo y Remo recién nacidos. El mito que forjó la leyenda de la antigua Roma y cuyo origen se desconoce. La loba capitolina, como también se la conoce, se ha presentado, a lo largo de la historia, como etrusca, si bien algunos estudios determinan que la escultura fue creada durante la Edad Media, siendo posteriormente incorporadas las figuras de Rómulo y de Remo. 

Pero independientemente de su origen y del año de aparición, lo cierto es que impresiona ver cómo el origen del Imperio y todo lo que se desarrolló posteriormente debe su mito a esta escultura, que el visitante puede ver de cerca y sin apenas protección.

En segundo lugar, el mirador, el cual se encuentra en la planta baja y que deja sin respiración al visitante. Se trata de una vista completa de los foros romanos desde altura, que permite ver, además, la comparativa de las infraestructuras y de las construcciones del Imperio con la Edad Media, al encontrarse, en un pequeño terreno, una amalgama de edificios históricos. 

La guinda al pastel de una visita más que recomendable por dos razones principales: inesperada, sorprendiendo con la colección al turista, e inusual, dado que no es el destino preferido por los visitantes de Roma. 

Más información

  • Qué ver: Museos Capitolinos.
  • Dirección: Piazza del Campidoglio, 1. 00186, Roma.
  • Horario de 9.30 a 19.30 (ver horario en fechas especiales).
  • Coste de la entrada: 15 euros, con descuentos para menores de 25 años y mayores de 65 años.


Puedes acceder al artículo completo en el número 422 de Cimbra, aquí.