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Cimbra Histórica. Medios para facilitar riegos a la agricultura

Miércoles, 29 Marzo, 2023

En el número tres del Boletín de la Asociación de Ayudantes de Obras Públicas, la antesala de Cimbra, la revista de Ingeniería Civil del Colegio de Ingenieros Técnicos de Obras Públicas, nos acercamos a la subvención de las infraestructuras de los riegos en el campo desde la perspectiva técnica y con cálculos reales. Una formulación básica, establecida en 1865, que determina un tipo de modelo económico, político y social un tanto diferente a lo que estamos acostumbrados. Nos adentramos en la historia reciente de la profesión con esta publicación. 

Medios para facilitar riegos a la agricultura

A dos causas atribuimos el que, a pesar de cuanto llevamos dicho, permanezcan sin riego numerosos terrenos que podrían disfrutarle. La una es administrativa y consiste en la falta de un buen código de aguas que, corrigiendo los defectos que la práctica ha demostrado, adolece la legislación vigente, abrevie la tramitación de estos expedientes y ofrezca garantías sólidas a los que se dediquen a fomentar los regadíos. La otra es la carencia de datos a propósito para realizar estas mejoras y ésta solo puede hacer que desaparezca. Las personas facultativas que ocupándose de estos trabajos den a conocer los sitios más convenientes para su realización en sus respectivas localidades. 

En nuestro concepto, el Estado no debe construir ni subvencionar estas obras pero debe procurar alentar y facilitar lo posible a los particulares que las emprendan y, claro está, que si éstos encontrasen protección y facilidad para estas concesiones por parte del Gobierno y datos concienzudos y verídicos de personas competentes, que les demostraran palpablemente las ventajas que les reportaría el emplear en ellos sus capitales, preferirían dedicarlos a esto y no a otras especulaciones, que, si bien más pomposamente enunciadas, ni reportan beneficio alguna al país, ni muchas veces producen los resultados apetecidos.

No siendo los aprovechamientos de aguas, obras de utilidad las más de las veces, por cuanto no refluyen en interés de todos y cada uno y sí los medios de aumentar la riqueza general y, más particularmente, la de las localidades que fertilizan, no deben aprovecharse sino aquellas que aumenten verdaderamente la riqueza, esto es, las que produzcan un interés aceptable al capital invertido en su aprovechamiento y de ningún modo las que, por sus condiciones particulares, necesiten para ello un capital superior, relativamente a su producto. Pues, en este caso, solo deben construirse carreteras, canales de navegación y puertos, en cuyas obras, verdaderamente nacionales, hay que atender más a las ventajas políticas y comerciales que no a las económicas.

Por esto creo que el Estado no debe nunca subvencionar los aprovechamientos de aguas, pues esto equivaldría a enriquecer comarcas o individuos privilegiados, en perjuicio y con los fondos del resto de la nación.

Para demostrarlo más palpablemente, observaré que si representamos por s la subvención, por c el capital empleado por el industrial, a más de ésta para construir las obras por p el producto líquido probable y por i el interés anual y corriente en la plaza, por cada 100 unidades metálicas, resultará que para que el capital empleado satisfaga este interés deberá ser 100=i+((c+s)/p) pero, al mismo tiempo, como el industrial no ha desembolsado más que la cantidad c, resulta que para él, el negocio es aceptable desde el momento en que le resulte 100=ic/p.

Analizando estas dos ecuaciones o igualdades, observamos que permaneciendo el capital c y el interés i constantes, el valor de p, es decir, el producto líquido, es menor en la segunda ecuación que en la primera. Y que esta diferencia va aumentando a medida que aumenta la subvención o, lo que es lo mismo, que si la subvención es crecida, por poco que sea el interés que dé un negocio de esta clase al capital total, puede ser bueno para el industrial. Y, como al país lo que le interesa es que no se malgaste la riqueza pública, sino que el capital total empleado en esta clase de obras produzca, por lo menos, el interés corriente en el país, de aquí el que no sea conveniente la subvención para estos casos. 

Por el contrario, si el producto es tal que resulta 100=i – ((s+c)/p), entonces ha sido un regalo que se le ha hecho al industrial y que hace que el interés producido por su capital c sea tanto más exorbitante cuanto mayor sea la subvención.

Empero si el Estado en vez de subvencionar estas obras, les facilitase parte de los fondos que necesitasen, mediante condiciones y garantías, con la obligación de devolverlos con sus intereses en épocas determinadas. Claro está que si el industrial no creía que el producto fuera tal que resultara siempre, por lo menos 100=i=((c+s)/p)), no emprendía las obras y se podría aprovechar el dinero que el Estado le adelantaba en otra construcción análoga, que estuviera en mejores condiciones económicas.

Expuestas estas ligeras ideas administrativas subsiste todavía la necesidad de que el capitalista conozca los sitios en que puedan aprovecharse aguas con utilidad y economía y esto es lo que con un poco de laboriosidad puede dar a conocer el cuerpo de Ayudantes de Obras Públicas, sino desatiende esta situación.

Obligado por su índole especial a arrostrar una vida nómada y errante, ya en el estudio de proyectos, ya en obras de Construcción o vigilancia de ferrocarriles, carreteras, puertos o faros, conoce palmo a palmo la geología, situación, accidentes, suelo, productos, ríos, dirección de éstos, manantiales y demás datos que pueden servir para estos trabajos en cada país. 

Teniendo presente todo esto, como así mismo la cantidad y la dirección de las aguas torrenciales que en la actualidad más daña que aprovecha, nadie mejor que cada Ayudante en su localidad o en los sitios que su destino le obligue a recorrer, puede conocer dónde sería útil y conveniente construir un pantano, un canal o un pozo artesiano. 

Pues bien, donde esto suceda escriba una ligera memoria: nada más fácil que calcular aproximadamente la cantidad de agua que podría aprovecharse, las fanegas de tierra que podrían fertilizarse, la longitud que tendría el canal, el desnivel y los saltos que podrían utilizarse y cuántos datos conducentes al objeto que pudiera adquirir. 

Con estas ligeras memorias, que esta redacción publicaría, podrían ya las empresas y los capitalistas tener un dato, un punto de partida para mandar a hacer a sus Ingenieros, tal vez al autor de la memoria, los estudio definitivos del proyecto y, de todos modos, nadie podría disputar al Cuerpo de Ayudantes de Obras Públicas, la gloria de haber prestado un gran servicio al país. 

Teniendo en cuenta lo beneficioso que estos estudios serían para la nación, abrigo la confianza de que todos mis dignos compañeros acogerán este pensamiento y se dedicarán a estos trabajos con asiduidad y esmero, pudiendo estar seguros que así como 15 años atrás tenían asegurado su porvenir las especialidades en proyectos y en construcción de ferrocarriles, hoy la riqueza de los Ingenieros y Constructores en particular y de la nación en general está en la propagación de los regadíos. Y el que se dedique a estos trabajos con asiduidad, sobre prestar un gran servicio al país, verá con seguridad recompensados sus afanes.

Autor. P.R.

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