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Historia y evolución del puerto de Santa Cruz de Tenerife (II)

Miércoles, 07 Junio, 2023

En el presente artículo, segundo de la serie e incluido en el número 423 de Cimbra, la revista del Colegio de Ingenieros Técnicos de Obras Públicas, se describen las diferentes vicisitudes del puerto de Santa Cruz de Tenerife durante el siglo XVII, en especial todo el proceso de fortificación que le permitió erigirse como el puerto seguro del Atlántico. 

Santa Cruz: lugar y puerto

A lo largo del siglo XVII, comienza el crecimiento demográfico del Lugar de Santa Cruz, motivado principalmente por su puerto. Comienza a atraer comerciantes tanto nacionales como extranjeros, atraídos por la actividad lucrativa que iba generando.

Aunque muchos comerciantes empezaron a residir en Santa Cruz, formando un grupo social con presencia importante en la actividad social del lugar, otros mantenían sus residencias en San Cristóbal de La Laguna, capital y vivienda de la aristocracia de la isla y lugar principal para negociar, manteniendo en Santa Cruz los almacenes.

A su vez, esta actividad comercial atrajo a obreros y la necesidad de esclavos, generándose una clase pobre, que residió en los extremos de Santa Cruz. También potenció la presencia de la figura del “berganteâ€, gente de paso, en busca de mayores posibilidades que ofrecía América.

El puerto de Santa Cruz comenzaba a servir al lugar, siguiendo siendo el principal puerto de la capital y uno de los principales de la Isla.

El temporal de 1600

Como se describió en el anterior artículo, las únicas obras marítimas que disponía el puerto a finales del siglo XVI estaban localizadas en la caleta de Blas Díaz, consistente en pequeños muelles de fábrica, donde se realizaban las labores de embarque y desembarque de las barcas y botes.

El temporal de 1600 arrasó con esta infraestructura básica, generando un estado de desánimo en el cabildo y en la población santacrucera. La solución consistió en excavar escalones en las peñas rocosas que cerraban la caleta y la realización de vías de acceso a los mismos, con una fábrica que no ofrecía unas adecuadas garantías al medio donde se encontraban.

Con muchas dificultades, por los continuos empates del mar, esta infraestructura elemental dio servicio durante todo el siglo XVII.

Aunque las autoridades intentaban centralizar todos los embarques y desembarques por este punto, al objeto de cobrar las tasas e impuestos pertinentes, por las propias playas de callados se desarrolló una gran actividad, ya que mucha de las veces resultaba más seguro realizar estas labores por estas playas que por la infraestructura elemental de la caleta. 

Castillo de San Juan, Castillo negro 

El Castillo Principal o de San Cristóbal, terminado en el último cuarto del siglo anterior, aunque disponía de muy buena planta, por sí solo no era defensa para todo el litoral de Santa Cruz. El cabildo, como de costumbre, no disponía de los fondos necesarios para desarrollar el conjunto de fortificaciones que se requerían para una adecuada defensa de este tramo de litoral, pero no por ello desistió en la solicitud de fondos a la corte.

Tal fue la necesidad de disponer de estas obras que todo vecino de Santa Cruz estaba obligado a contribuir a ellas, bien con mano de obra o con ayudas económicas de los más pudientes, que conjuntamente con préstamos solicitados por el cabildo y arbitrios a algunas exportaciones e importaciones, lograron obtener los fondos para iniciar uno de los conjuntos de fortificaciones costeras más interesantes del país, que tendrá su zenit en el siglo XVIII.

En este contexto, la primera necesidad es cubrir los flancos norte y sur de la población, iniciándose la construcción en 1641 del castillo de San Juan, en la caleta de Negros (de ahí su nombre de Castillo Negro), en lo que hoy es el auditorio y el Parque Marítimo, siendo terminado y puesto en uso en 1643.

Éste consiste en una torre cilíndrica de cantería basáltica, de 30 metros de diámetro, 8 metros de altura y muros de 2,5 metros de espesor, adecuados para resistir la artillería de un navío. El acceso está protegido por un pequeño foso alimentado por el mar con puente levadizo. Tenía una dotación de cuatro cañones servidos por 16 artilleros.

Actualmente este castillo se encuentra en pie, con un alto grado de conservación, siendo uno de los mejores ejemplos de fortificaciones costeras de los siglos XVII y XVIII de nuestro país. 

Castillo de Paso Alto

Construido el baluarte sur, el siguiente paso era terminar el baluarte norte, más importante que el anterior, ya que además tenía la particularidad de ser puerta terrestre, ya que, como solía suceder, muchos de los desembarcos se produjeron al norte de esta ubicación (por El Bufadero, San Andrés, etc.) y, desde allí, se dirigían a la población.

Inicialmente, se trataba de un pequeño y pobre fortín, construido en 1582, denominado Santo Cristo, ordenándose en 1604 su adecuación y su ampliación, acorde a las necesidades reales de defensa, terminándose en 1670, convirtiéndose en la segunda fortaleza de Santa Cruz en importancia y en dotación. Durante todos los años de construcción estuvo en servicio. También fue conocido como Castillo del Santo Cristo de Paso Alto.

En la actualidad, entre el Club Militar de Paso Alto y la Escuela Politécnica Superior de Ingeniería de la Universidad de La Laguna, Sección de Náutica, se encuentran los restos de este castillo. Durante muchos años, en su explanada superior, estuvo emplazado el famoso cañón “Tigreâ€, del cual se hablará en el próximo artículo.

Este castillo, con el Principal o de San Cristóbal y el de San Juan, están representados en el escudo de Santa Cruz.  

Baterías y otras defensas

Para controlar las zonas de desembarco, ya no solo hostiles, a finales del siglo XVI comenzó a construirse una muralla por todo el litoral de Santa Cruz, que unirá los tres castillos. Este frente amurallado consistía en un parapeto continuo de piedras y barro, de 3,5 m de espesor, de 2 metros de altura por el lado del mar y de 1,2 metros por el lado tierra, desarrollándose de forma irregular, adaptándose al contorno de la costa: solo se interrumpía por las desembocaduras de los barrancos.

El único vestigio que queda de esta muralla se puede encontrar en la acera de la avenida Marítima, entre la iglesia de San Telmo y el cuartel de San Carlos.

Con esta muralla y con los castillos no era suficiente, dado que entre éstos existía espacio no cubierto por la artillería. Por tal motivo, el Capitán General Alonso Dávila y Guzmán desarrolló todo un plan de fortificación, mandando a construir las siguientes baterías:

  • Fuerte de San Miguel, ubicado en la desembocadura del Barranco de Tahodio, al sur del Castillo de Paso Alto, fue construido en 1655-6, en forma de torre almenada de unos 18 metros de diámetro.
  • Batería de la Candelaria, en el margen izquierdo del barranco de Almeida, al sur de la anterior, construida en 1656-59, en forma circular, hacía pareja con el fuerte de San Miguel, defendiendo una de las mejores zonas de fondeo del puerto de Santa Cruz.
  • Batería de San Antonio, ubicado en la parte baja y al límite suroeste de la finca de Los Melones, en las cercanías de lo que hoy es el cuartel de Almeida, construida en 1656.
  • Cerca de la anterior y al sur, reducto del Calvario o de la Cruz, construida en 1656.
  • Baterías Primera y Segunda de Roncadores, situadas en la playa entre las de Calvario y de San Pedro, fueron montadas, quizás de modo provisional en 1656, para abrigar dos y tres cañones de bronce respectivamente. Quedaron inútiles y abandonadas después del ataque de Blake.
  • Batería de San Pedro, construida también en 1656.
  • Batería de Santo Domingo, construida en 1659, estaba pegada al lado norte del castillo de San Cristóbal.
  • Batería de la Concepción, ubicada encima y al sur de la Caleta de Blas Díaz, fue construida en 1656 y se volvió a edificar en 1673, sobre una planta más o menos rectangular.
  • Batería de San Telmo, en la proximidad de la ermita del mismo nombre, fue construida en 1655.
  • Batería de Regla, la más al sur de todas y al norte del castillo de San Juan, para darle apoyo a éste, fue construida en 1656.

Puerto seguro

Todas estas construcciones militares se deben esencialmente a la voluntad del pueblo de Santa Cruz de residir en un lugar seguro, sin esa voluntad hubiera sido imposible desarrollar tan ambicioso plan de fortificaciones.

Este carácter defensivo atrajo a la Flota de Indias, recalando en el puerto de Santa Cruz la mitad de los navíos que pasaban por Canarias.

La mayoría de los ataques que sufrió Santa Cruz a lo largo de este siglo fueron piráticos y corsarios, dentro del contexto atlántico de las guerras europeas, donde el objetivo de los ataques era el apresamiento de barcos y los saqueos de las ciudades portuarias.

En el caso de Santa Cruz, sólo sufrió lo primero, ya que nunca fue saqueada, precisamente por su sistema defensivo costero. No obstante, la presencia de piratas y corsarios frente al litoral de Santa Cruz era muy frecuente, aunque no iban más allá de incursiones nocturnas en la rada para apresar algún barco del comercio interinsular o barca de pesca. 

Ataque de la escuadra de Blake: la primera cabeza de león

En la mañana del 28 de abril de 1657, desde la atalaya de la cordillera de Anaga, al noreste de la población de Santa Cruz, fue avistada una flota de 33 embarcaciones, bajo el mando del Almirante Robert Blake, una de las figuras más gloriosas de la historia de la Royal Navy. Desde la atalaya no se pudo dar aviso a la población, presentándose toda la flota en el frente de Santa Cruz la noche del 29 de abril.

Detectado el enemigo, se procedió a dar la alarma y a desarrollar el plan de defensa, gestado en los años anteriores por el Capitán General Alonso Dávila y Guzmán, ya que la presencia de británicos en aguas de Santa Cruz era cuestión de tiempo. Por otro lado, los 16 navíos españoles que se encontraban fondeados, de los cuales 11 eran de la Flota de Indias, provenientes de la Habana y con plata, se ordenaron. Éstos se ubicaron entre los castillos de San Cristóbal y Paso Alto: los barcos más pequeños cerca de la costa, los mayores en primera línea, frente al enemigo, protegiendo los dos galeones de guerra, la Capitana y la Almiranta.

La batalla se declara por los ingleses a las ocho de la mañana del lunes 30 de abril, con un ataque a los navíos españoles por medio de doce fragatas, que en un instante se ubicaron en medio de éstos, gracias a un viento favorable, conmocionando a la marinería española y la población de Santa Cruz, entablándose una gran batalla naval. El resto de la flota de Blake se centró en reducir los castillos y las baterías.

A la una de la tarde, la batalla había terminado, siendo el resultado: tres navíos mercantes incendiados, cuatro encallados y dos apresados, la Almiranta incendiada y la Capitana barrenada. 

Al contrario de la interpretación inglesa, en donde este acontecimiento es resumido en que “Robert Blake destruyó una escuadra española anclada al abrigo de los fuertes de Tenerifeâ€, la realidad fue otra. El Almirante español Diego de Egues y Beaumont ordenó el incendio, el encallamiento y barrenado de los navíos, para evitar la caída de los mismos en manos inglesas, descargando la valiosa carga y la artillería para reforzar la defensa de Santa Cruz.

Ante la imposibilidad de rendir la plaza de Santa Cruz, la flota inglesa se batió en retirada y sin plata. El último navío en salir de la bahía fue el que enarbolaba la insignia de Blake, el Speaker de 64 cañones, que con dificultad podía mantenerse a flote, con sus mástiles tambaleando, su vela mayor y la del trinquete arrancadas por los disparos de los castillos y baterías de Santa Cruz, que en total disponían de 66 cañones para su defensa.

Este acontecimiento tan crucial para la historia de Santa Cruz significó la primera cabeza de león en el escudo de Santa Cruz. Las otras dos están referidas a los ataques de John Jennings (1706) y Horacio Nelson (1797), pero esto es para el próximo artículo.

Una nueva competencia: el puerto del Valle de la Orotava

El cambio del azúcar por la vid, como principal cultivo de la isla, propició el desarrollo del Valle de La Orotava, al norte de la Isla de Tenerife, rivalizando su principal núcleo de población con La Laguna, capital de la isla.

Para dar salida a los vinos, tan apreciados en los países anglosajones y en el norte de Europa, se desarrolló una pequeña población de comerciantes y pescadores en el litoral de este valle, que se denominó Puerto de la Orotava, hoy en día la ciudad turística del Puerto de la Cruz.

El puerto original o “viejo†es lo que hoy se conoce como Playa Jardín y de esta actividad portuaria queda el castillo de San Felipe, que protegía esta ensenada.

Durante varios años del siglo XVII, el puerto del Valle de la Orotava tuvo mucho mayor tráfico con los destinos del norte de Europa (Flandes, Países Bajos, …) que el propio puerto de Santa Cruz. Esta influencia con el norte de Europa se materializó en el anhelo de tener un puerto interior, puerto “nuevoâ€, en lo que hoy es la plaza de Charco y el actual refugio pesquero.

Actividades en el puerto de Santa Cruz en el siglo XVII

La principal actividad de este puerto durante el siglo XVII fue la comercial, exportando azúcar de los ingenios de Taganana y Güimar, vino, barrilla, orchilla y trigo e importando casi todos los productos manufacturados y alimenticios que la isla no producía o de los que era deficitaria.

La segunda actividad que se desarrollaba era la de avituallamiento y defensa de los navíos que hacían la carrera de Indias.

La tercera fue la construcción naval, siendo muy importante y de interés para el puerto. En sus playas, se construían barcos por doquier, motivado por la proximidad de los bosques de Anaga.

A pesar de ello, los carpinteros de ribera no podían cubrir la demanda, construyéndose muchos en el norte de Tenerife. Como máximo, se construían embarcaciones de un tonelaje de 250 toneladas, ya que la Casa de Contratación de Sevilla impedía la construcción de embarcaciones mayores. A pesar de ello, hubo varios intentos, incluso el de construir un galeón de 600 toneladas para la carrera de Indias. Todos ellos fracasaron precisamente por la oposición de esta casa.

La pesca, aunque esencial para la población, pasó a un segundo plano dentro de las actividades del puerto.

Por último, no hay que desmerecer el contrabando, el cual surge y es favorecido por un rígido control del comercio ejercido por las autoridades, convirtiéndose en la principal y en la tradicional fuente de ingresos de muchos santacruceros.

Autor. Carlos Quintana González de Chaves. Ingeniero Técnico de Obras Públicas e Ingeniero Civil. Profesor Asociado de la Universidad de la Laguna, Ãrea Ingeniería e Infraestructura del Transporte. Miembro de la Asociación Tertulia Amigos del 25 de Julio. Miembro de la Fundación Correíllo La Palma.

Artículo completo disponible en el número 423 de Cimbra, la revista de Ingeniería Civil del Colegio de Ingenieros Técnicos de Obras Públicas.Â