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El urbanismo de Madrid, reconocido por UNESCO

Martes, 10 Agosto, 2021

Hace unos días, la UNESCO hacía público el reconocimiento del Paisaje de la Luz de Madrid como Patrimonio Mundial: “Madrid forma parte ya de la lista de Patrimonio Mundial. En el año 2019 España presentó a la UNESCO la candidatura del Paseo del Prado y el Buen Retiro, Paisaje de las Artes y las Ciencias, para formar parte de la Lista del Patrimonio Mundial y su propuesta ha sido resuelta favorablemente en 2021. Y es que este ámbito constituye un paisaje urbano extraordinario donde se han unido cultura y naturaleza desde mediados del siglo XVI hasta hoy, lo que le confiere el rango de valor universal excepcional (web Paisaje de La Luz)”.

Un punto fundamental del corazón de la ciudad de Madrid, capaz de encajar las novedades de urbanismo de los últimos siglos, que cuenta con una historia propia. Con 89 puntos destacados (que incluyen, por supuesto, los principales monumentos del Paseo del Prado y de El Retiro) y con flora imprescindible y protegida, el Paisaje de la Luz se ha hecho con el primer galardón de la UNESCO a la capital. 

El Paseo del Prado

Su recorrido da inicio en la glorieta de Carlos V (Atocha) y finaliza en Cibeles, justo antes del inicio del paseo de La Castellana. Su nombre se debe a su ubicación, en un área en la que se encontraba el Prado de los Jerónimos, el de los Recoletos Agustinos y el de Atocha, conocidos todos ellos como Prado Viejo.

Su primera reforma llegó poco tiempo después del establecimiento de Madrid como capital por parte de Felipe II. El monarca pronto se dio cuenta de que la ciudad no contaba con un paseo moderno, de esparcimiento, a las afueras de la urbe, que aún hoy se mantiene como villa. De esta manera, en 1570, se crearon líneas de árboles para favorecer el entretenimiento de la corte, en torno al paseo de los Jerónimos. Esta estructura se aprecia en el conocido plano de la ciudad de Pedro Teixeira e 1656. 

Posteriormente, se construyó, ya en el siglo XVII, el casón del Buen Retiro (el cual, explicaremos más adelante) y que separaba la zona de la ciudad de los monasterios, al otro lado. Fue con la llegada de Carlos III, el conocido como Alcalde de Madrid, cuando se llevó a cabo una mayor remodelación.

Con la imagen de las grandes urbes europeas, el monarca quiso llevar a cabo la modernización de Madrid, siguiendo un urbanismo similar al de Versalles. La reforma recibió el nombre del Salón del Prado, haciendo alusión al Prado Viejo, frecuentemente transitado por los madrileños. 

En 1763 comenzaron las obras, promovidas por el Conde de Aranda y gestionadas por el Arquitecto e Ingeniero Militar José de Hermosilla. La idea era crear un conjunto de monumentos, fuentes y jardines que dieran sentido a los diferentes puntos en los que se vertebraba hasta entonces el futuro paseo de El Prado. La decoración fue pensada por Ventura Rodríguez, contando pues con el mejor equipo de profesionales de la época. 

“El Salón del Prado discurría desde la actual plaza de Cibeles a la glorieta de Atocha (glorieta del Emperador Carlos V), distinguiéndose tres tramos. El primero, con la fuente de Apolo (o de las Cuatro Estaciones) en su centro, contaba con las de Cibeles y Neptuno en los extremos, recibiendo el nombre de Prado de Apolo. El segundo, iba desde Neptuno al Jardín Botánico, ante el cual se disponía una glorieta con cuatro pequeñas fuentes (en el cruce de la calle de Huertas), y por último, el paseo que discurría delante de la fachada principal del Jardín Botánico constituía el tercer tramo, al final del cual se colocó la fuente de la Alcachofa, levantándose al fondo como parte de la cerca del Salón, la Puerta de Atocha o de Vallecas. La obra se remató con el arreglo y ornato del paseo que desemboca en la Puerta de Alcalá (1774-1778) y la remodelación del paseo que por el sudeste se dirige hacia la Basílica de Nuestra Señora de Atocha”.

“Entre palacios a uno y otro lado, se asentaron el Gabinete de Historia Natural (hoy el edificio principal del Museo del Prado), el Real Jardín Botánico, la Platería de Martínez (en el lugar donde hoy está el Ministerio de Sanidad) y el Observatorio Astronómico, todos proyectados por otro de los grandes arquitectos del rey: Juan de Villanueva (Wikipedia)”.

A lo largo de los siglos posteriores, se fueron añadiendo monumentos, palacios y construcciones aún hoy existentes. “Entre los numerosos monumentos que jalonan el trayecto entre la plaza de la Cibeles y la Glorieta de Atocha se encuentra también el Palacio de Villahermosa, de 1805, donde antes estuvo el palacio de los duques de Maceda. Desde 1992 acoge el Museo Thyssen. Con el Museo del Prado y museo Reina Sofía, forman el llamado ‘Triángulo del Arte’. Junto al paseo, en la plaza de la Lealtad, se levantó en 1860 el obelisco-mausoleo a los Héroes del Dos de Mayo de 1808, también llamado de los Caídos por España. Allí están depositados los féretros de los capitanes Luis Daoiz y Pedro Velarde, y el arca con los restos de otros madrileños fusilados en este lugar en 1808, en el inicio de la Guerra de la Independencia”.

“Por si le faltaba algo al Paseo del Prado, en 1851 entró en funcionamiento el apeadero de Atocha, con la primera línea de ferrocarril, Madrid-Aranjuez, que luego sería estación de Atocha. Se construyó al sur del paseo, saliendo por la Puerta de Atocha, un acontecimiento que cambió para siempre la vida de la ciudad (Cosas de los Madriles)”. 

El Retiro

Si tuviéramos que resumir su historia en un párrafo, tendríamos que utilizar las palabras del Ayuntamiento de Madrid en su web, en referencia a este conjunto histórico: “Los jardines del Buen Retiro fueron creados por Felipe IV en el siglo XVII como finca de recreo para los reyes de la Casa de Austria. Durante los reinados de los reyes de la Casa de Borbón, en los siglos XVIII y XIX, el Real Sitio y su entorno se enriquecieron con nuevas instalaciones. En el reinado de Fernando VII destaca, además de la replantación del parque, la Casa de Fieras, el Real Embarcadero y el Jardín de Caprichos o Reservado, del que quedan algunos edificios como la Montaña Artificial y la Casita del Pescador”.

“Las sucesivas demoliciones del recinto y los graves destrozos que sufrió durante la Guerra de la Independencia, el cual fue utilizado como fortaleza y acuartelamiento por los franceses, junto con el empuje del ensanche urbano de la ciudad durante el siglo XIX, configuraron la fisonomía actual de El Retiro. En 1868 pasa a formar parte del patrimonio municipal, abriéndose al disfrute del pueblo de Madrid. A finales del siglo XIX y principios del XX, El Retiro se aprovechó como marco para celebrar diversas exposiciones internacionales, de las cuales han quedado edificios tan emblemáticos como el Palacio de Cristal y el Palacio de Velázquez”.

Su origen se remonta al Monasterio de los Jerónimos, construido en 1465 bajo el reinado de Enrique IV de Trastamara. Fue en 1629, alrededor de esta construcción, cuando se proyectó, por parte del Conde-Duque de Olivares, valido de Felipe IV, una residencia real a las afueras de la villa de Madrid. “Bajo la dirección de los arquitectos Giovanni Battista Crescenzi (1577-1635) y, muy especialmente, Alonso Carbonel (1583-1660), quien asumió el proyecto en solitario tras la muerte de aquel, las obras se fueron desarrollando sobre la marcha, sin un plan unitario, debido a la celeridad que el Conde-Duque de Olivares imprimió a los trabajos, en su afán por complacer a Felipe IV. Todo ello dio como resultado una yuxtaposición de elementos arquitectónicos, que se iban adosando conforme iban surgiendo nuevas demandas, sin una verdadera articulación compositiva (Wikipedia)”. 

En los siguientes reinados, ya con Carlos III, se potenció su uso general (permitiendo la entrada, con ciertas normas de vestimenta, al pueblo) y se construyó, por un lado, el Real Fábrica de Porcelana y, por otro, el Real Observatorio Astronómico, dentro de un intento por mercantilizar la zona y crear un ambiente, al mismo tiempo, científico en la ciudad. 

Tras la vuelta de Fernando VII y la Guerra de la Independencia, se acordó una parte para el disfrute de la casa real, algo que continúo durante la regencia de Isabel II (dotando un área para la caza menor). Tras remodelaciones sufridas por todos los reyes de España de la época, en 1865, Isabel II vende una parte de El Retiro para la urbanización de Madrid, en continuo crecimiento: “Se trataba de la franja occidental, la más cercana al Paseo del Prado, donde estaba enclavado el palacio, que, debido a su mal estado, tuvo que ser demolido en 1869, excepción hecha del Salón de Reinos y del Salón de Baile. En la zona segregada se abrió la Calle de Granada, en la actualidad de Alfonso XII, alrededor de la cual fue creado el Barrio de Los Jerónimos. Esta operación supuso la tala de unos 2000 árboles (Wikipedia)”. 

Las décadas posteriores, hasta llegar a nuestro tiempo, se resumen en el acondicionamiento para el gran público, con la remodelación de paseos emblemáticos de acceso, y con el cercamiento, que ha sufrido diferentes reformas a lo largo de los años. 

Teniendo en cuenta todo lo anterior, cabe resaltar que ahora solo podemos contemplar parte de todo el urbanismo proyectado en el Buen Retiro: “De todo este conjunto solo se conserva, aunque fuera de los límites actuales del parque, el citado Salón de Baile, que hoy día recibe el nombre de Casón del Buen Retiro, así como el Salón de Reinos, un ala del palacio que antaño albergó pinturas de Diego Velázquez (1599-1660), Francisco de Zurbarán (1598-1664) y Juan Bautista Maíno (1581-1649), entre otros (Wikipedia)”. 

En cuanto a infraestructuras, destacan las hídricas, llevadas a cabo por el Fontanero Real y posteriormente Aparejador Cristóbal de Aguilera. Éstas se caracterizaban por caudales de agua, construidos para dar abastecimiento a palacio y para servir a las múltiples fuentes del recinto, aún hoy en funcionamiento: “Conocido como el viaje “alto del Buen Retiro” la obra consistió en una canalización de 15 kilómetros de longitud capaz de transportar 24 reales fontaneros diarios hasta la posesión regia. Además, también se le encargó el diseño y construcción de un canal en superficie o “río chico”, de dos estanques principales -el de San Isidro y el de las Campanillas- de otros dos estanques complementarios situados junto a las ermitas de San Juan y de la Magdalena, de varios depósitos de agua, y de una fuente situada junto a la ermita de San Pablo”.

 “Cuando finalizaron todos los trabajos en 1636, la creciente demanda de agua obligó a construir otro nuevo viaje de agua capaz de conducir hasta el Real Sitio otros 16 reales fontaneros. Conocido como “bajo del Buen Retiro” la nueva conducción permitió a Cristóbal de Aguilera poder realizar nuevas y si cabe más espectaculares infraestructuras hidráulicas, como un estanque nuevo y mucho más capaz que los anteriores, y de otro canal artificial y navegable denominado “río grande”, que desembocaría en una isla sobre la que se levantaría la ermita de San Antonio de los Portugueses (Instituto Estudios Madrileños)”.

En resumen, el Paisaje de la Luz, con el Paseo del Prado y el parque de El Retiro como referentes, se han ganado a pulso, en cuestiones históricas y de conservación, el reconocimiento como Patrimonio Mundial por la UNESCO. Una celebración a la que, como Ingenieros Civiles, nos sumamos desde el Colegio de Ingenieros Técnicos de Obras Públicas.