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¿Qué es OpenBIM?

Jueves, 02 Septiembre, 2021

Si hay un término que está últimamente en boca de todos, en las noticias BIM de Twitter, en la última entrada de tu blog favorito sobre BIM, en las noticias destacadas de LinkedIn, es OpenBIM.

De un tiempo a esta parte OpenBIM se ha convertido en la palabra obligada que hace que la herramienta, el software o el servicio BIM más anodino, se convierta repentinamente en objeto de deseo de todos. Y en esa palabra compuesta, la responsable de todo el meollo es Open. No teníamos bastante con la confusión acerca de lo que tiene el privilegio de ser considerado BIM y lo que no, que ahora debemos tener en cuenta si además de BIM es Open, como estableciendo un rango todavía más alto en una estirpe reservada para unos pocos elegidos.

Existe una confusión habitual cuando se habla de OpenBIM, que nace en el paralelismo que se suele establecer con el término Open Source, utilizado para denominar un tipo de licencias de software muy concretas.

Durante años, el software de código abierto ha tenido que luchar contra viento y marea para justificar sus evidentes beneficios, cuando no directamente la falta de relación entre el término y la calidad del software. Ni todo el software Open Source es malo, ni todo el software privativo es un ejemplo de ingeniería informática.

Cuando el valor de una empresa y el activo principal es el código que es capaz de diseñar, parece lógico que éste se proteja a cal y a canto dentro de un búnker.

A esta circunstancia hay que añadir una cierta falta de cultura digital por parte de muchos usuarios. La falta de conocimiento sobre los entresijos del negocio de los bits ha producido tradicionalmente equívocos de los que a día de hoy todavía sufrimos las consecuencias.

Baste citar la más habitual de las confusiones: asociar software libre con software gratuito y meter en el mismo saco al software de código abierto. No contentos con este error, asignamos un menor valor al software de código abierto frente al  propietario, mayoritariamente de pago.

Si es gratis seguramente no es bueno

La situación actual, al menos en una gran parte del sector, quizá la más especializada, es distinta. Los gigantes del software propietario reconocen las virtudes del software de código abierto de una forma más o menos abierta.

En primer lugar, basta ver cómo piezas de código abierto forman parte del esqueleto funcional de sus propios productos, siendo parte a veces fundamental de sus estructuras de software, pero además contribuyendo al desarrollo de las herramientas de código abierto que utilizan y publicando, de forma cada vez más cotidiana, parte de su código antes guardado bajo siete llaves, para ponerlo a disposición de los usuarios con el apellido de Open.

Día a día, se percibe de forma más positiva el hecho de que estar sometido al escrutinio de cualquiera con interés en mirar dentro significa que la posibilidad de error es mínima. Sumemos a esto la imposibilidad de ocultar malas prácticas o el hecho de que el uso fraudulento del software se reduce a la categoría de anécdota.

Desarrollar código con la filosofía del software libre significa asumir una máxima fundamental: caminar a hombros de gigantes. Cualquier creación intelectual humana no nace de la nada sino que se apoya en un conocimiento previo. Por lo tanto, su propiedad no debe restringirse mediante patentes u otras formas de apropiación que impidan su distribución y modificación de forma libre.

Del software libre al software abierto el paso es, en cierto modo, obligado. Cualquiera debe poder utilizar el código creado a partir del esfuerzo de otro para modificarlo y distribuirlo. A cambio se le pide que mantenga una serie de compromisos básicos, siempre en función del tipo de licencia de distribución a la que el responsable haya decidido acogerse. Es innegable el derecho al reconocimiento de la autoría, aunque haya licencias en las que ni siquiera este derecho sea de obligada reserva por parte del creador.

Aplicación en el sector AECO

Giremos la vista ahora hacia el sector que nos ocupa. Tomemos los principios que hemos recuperado del sector del desarrollo de software y veamos qué puede ser de aplicación en el sector AECO (Arquitectura, Ingeniería, Construcción y Operaciones).

Lo dicho en relación con el software de código abierto toma una dimensión poco explorada en un entorno en el que cada vez es más habitual hablar de BIM, por más que en realidad se esté hablando de BiM con más frecuencia que de bIm.

En un sector en el que día a día crece el interés por la I del BIM, por la información asociada a los modelos y por el valor que dicha información es capaz de producir a lo largo de todo el ciclo de vida de un activo, principios como la transparencia, la interoperabilidad o la posibilidad de aprovechamiento iterativo de la información, deberían cobrar el máximo protagonismo.

El sector AECO genera una ingente cantidad de información en cada una de las fases del ciclo de vida de un activo, desde la planificación inicial al reciclaje del activo, pasando por proyecto, construcción y explotación. Esta información, en un tiempo condenada a ser información desestructurada, inconexa y de difícil gestión digital, se ha vuelto el epicentro de nuestros procesos digitales.

En un entorno controlado, donde las variables de uso son limitadas, el problema de gestión de la información carece de fricciones, no es difícil compartir información si todos hablamos el mismo idioma. Cuando la información debe ser transferida, cuando deja de ser un producto de consumo interno para pasar a formar parte de los flujos de trabajo de un tercero, se manifiestan las fricciones, en ocasiones con especial dolor.

Un tratamiento transversal de la información generada requiere de herramientas, de procesos y de métodos que garanticen la capacidad de acceso a esta información de todos aquellos actores que se reúne, y aquellos que puedan llegar a reunirse, alrededor de gestión de un activo en el que la materia fundamental que le da forma es la información.

Necesitamos herramientas que den forma a los datos, herramientas que procesen esos datos, pero también y de forma ineludible, herramientas que nos permitan comunicar, compartir y trabajar de manera conjunta, cuando no simultánea, sobre esa información.

Se hace imprescindible tener la capacidad de reutilizar los datos y la información para generar nuevos usos. Y, por supuesto, también se hace necesario tener la posibilidad de publicar los resultados cuando sea oportuno.

Sin lugar a dudas, necesitamos de formatos y herramientas capaces de recoger la información desde los más variados orígenes y utilizarla como base del trabajo posterior dentro del proceso. Esto quiere decir que debemos contar con herramientas que garanticen que la información es capaz de ser trasladada de manera fluida para ser consumida y posteriormente volcada en el mismo o distinto flujo para que otros continúen el proceso con independencia de las herramientas utilizadas antes que ellos y con independencia de las herramientas que vayan a utilizar ellos mismos.

En un sector en el que el dominio de las herramientas especializadas parece habernos llevado a un callejón sin salida, surgen cada vez más voces que abogan por plantearse la urgencia de soluciones transversales que ayuden a avances reales de los que ya se aprovechan otros sectores. Pensemos tan solo en que las tecnologías asociadas al BigData son posibles porque se puede acceder a la información y, a partir de ahí, a la inteligencia artificial, al aprendizaje automático, etc.

Nuestras herramientas habituales son capaces de comunicarse, en general y de forma eficiente, exclusivamente con las de su entorno comercial más inmediato (e incluso no siempre).

La forma consciente en que la práctica totalidad de las herramientas técnicas dan la espalda a herramientas de terceros, a plataformas ajenas a ellas mismas, fuerza que la elección de software signifique, en muchos casos, vincularse con carácter de perpetuidad a una determinada marca, en una situación que parece mostrar estas plataformas como permanentes o inmutables.

Baste observar cómo la evolución de una determinada herramienta puede ser vista con cierta envidia por parte de los usuarios de una diferente al verse atrapados en su entorno sin posibilidad real de aprovechar los avances tecnológicos del otro.

Hablamos de herramientas, pero también de formatos de archivo inexpugnables, formatos propietarios que nos convierten, en la práctica, en esclavos del dueño del formato, dependientes de que el formato sea no ya evolucionado sino mantenido, en una suerte de gracia que nos permita acceder a una información que nosotros mismos hemos generado y a la que no siempre tendremos garantizado el acceso en un futuro.

Gobernanza de datos

En paralelo con el debate sobre herramientas abiertas, están las cuestiones que podemos encuadrar en algo denominado “gobernanza de datos”, aquellas cuestiones relativas al uso adecuado de la información que fluye a lo largo del ciclo de vida de cualquier activo.

Más allá también de cómo garantizar que no hay un mal uso de los datos por parte de terceros no autorizados, ¿cómo protegemos la propiedad intelectual de la información que generamos sin ser conocedores de lo que pasa dentro del formato, del software o de la empresa que se los gestiona a través de nuestras herramientas?

Sin llegar al extremo recientemente anunciado en el mundo del software, en el que se ha llegado a la posibilidad real de que sea una inteligencia artificial la que programe a partir del análisis del trabajo de millones programadores de todo el mundo, ¿qué derechos tenemos sobre la información que generamos? ¿Qué derechos cedemos a las herramientas con las que trabajamos? Podemos llegar a preguntarnos, en el extremo, quién gobierna la I de BIM, a quién pertenece finalmente la información.

En cierto modo, la necesidad de trasladar la información entre los diferentes actores que participan en la vida de un activo y la multiplicidad de herramientas de software que toman parte de su ciclo de vida han impulsado la necesidad de importar valores del software abierto a nuestro ámbito.

OpenBIM

Una de las formas de entender el OpenBIM se posiciona de forma casi exclusiva en torno a la necesidad de mantener el flujo de información en un formato que permita la integración y la participación de todos los actores de forma sencilla y abierta a la colaboración. Sin embargo, esta postura reduccionista no está exenta de riesgos.

En un escenario hipotético en el que un fabricante de software alcance la capacidad de proporcionar un ecosistema de herramientas propias para todas y cada una de las necesidades de los implicados en las distintas fases del ciclo de vida de un activo, es seguro que el intercambio de información dentro de la plataforma está garantizado y las partes pueden colaborar. Siempre dentro de ese escenario, eso sí.

Una duda surge cuando nos preguntamos por la capacidad real de los usuarios de la plataforma para ser propietarios de la información estando, como están, atados a un entorno que opera sobre datos que no pueden vivir fuera de él. Cabe plantearse un escenario en el que el gestor de la plataforma viva cualquier adversidad que ineludiblemente acabe afectando a los usuarios. Esa ilusión de interoperabilidad y de apertura se mostraría entonces como un ejercicio lampedusiano de que todo ha cambiado para que todo siga siendo igual, modificando una multitud de pequeños jardines cerrados por un jardín igualmente cerrado pero con dimensión suficiente para hacernos creer que carece de límites.

Hay otra forma de entender qué es el OpenBIM y que pasa necesariamente por garantizar que la información se transmita y se almacene en formatos abiertos y, por lo tanto, documentados. Los formatos asociados al OpenBIM, para recibir tal consideración, deben responder a definiciones con el carácter de estándar, pero además deben ser públicos y transparentes.

Definidos así, los formatos y procesos OpenBIM deben permitir ser administrados por terceros cuando el fabricante de una determinada plataforma decida introducir cambios en ella, que el usuario, por la razón que sea, decida no adoptar, o llegado el caso, cuando la aventura empresarial de la marca de software llegue a su fin.

Los formatos y los procesos OpenBIM así entendidos permiten ser auditados y facilitan el proceso de comprobación  de la información que se incorpora en una u otra plataforma y su finalidad. Pero además, contar con formatos y procesos documentados permite crear nuevas herramientas capaces de explotar la información generada. Herramientas y finalidades que, seguramente a día de hoy, no podemos prever, pero que con toda seguridad serán de uso común en un futuro no necesariamente lejano.

Por último, los formatos públicos garantizan la imposibilidad de la obsolescencia tecnológica, especialmente relevante cuando la información la manejan administraciones públicas o cuando hablamos de activos con una vida útil ajena a los acelerados ritmos tecnológicos. La información debe perdurar en el tiempo, como debe hacerlo la posibilidad de acceso a la misma.

La propia naturaleza de los formatos abiertos los convierte en interoperables, al dar la posibilidad no solo de permitir trasvasar información entre actores y herramientas, sino de adoptar nuevas herramientas con nuevas capacidades sin la incertidumbre de la pérdida de información derivada de una elección de plataforma.

Podríamos resumir que el uso de OpenBIM permite de forma efectiva ser dueños de la información que se genera y maneja y que permite gestionar y gobernar dicha información con arreglo a las necesidades, actuales y futuras, de los usuarios, no de las herramientas.

Autores. Rogelio Carballo Solla, Evelio E. Sánchez Juncal, Rafael Tenorio Aranguren, BIMrras.