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Cimbra Histórica. Plantas desaladoras: ¿el futuro del agua potable?

Lunes, 13 Septiembre, 2021

Hoy, en la web del Colegio de Ingenieros Técnicos de Obras Públicas, recogemos este artículo del número 311, correspondiente a los meses de julio y de agosto de 1996, de la revista de Ingeniería Civil Cimbra. 

En él, el autor, Simón Bernal, analiza el estado de las desaladoras en España y los procesos que se han de llevar a cabo, desde la Ingeniería Civil, para la consecución de aguas potables para la población.

Las últimas sequías sufridas han puesto de manifiesto que la obtención de agua es un grave problema para muchas regiones españolas. Las lluvias finalmente llegaron, pero el problema no ha desaparecido con ellas. Muchos expertos están de acuerdo en que la desalación de agua marina puede ser la mejor solución para garantizar el consumo. Sin embargo, el agua desalada no es barata: entre 100 y 200 pesetas el litro.

La desalación del agua de mar es una práctica utilizada desde hace ya más de 25 años en diversas partes del mundo, algo que es posible mediante la utilización de diferentes tipos de tecnología. A pesar de su antigüedad, estas prácticas han estado hasta ahora restringidas a zonas de especial aridez. 

Baste recordar, por ejemplo, que su utilización comenzó a hacerse en los países del Golfo Pérsico o que en España, la comunidad que cuenta con más plantas desaladoras, es la de las Islas Canarias.

No obstante, el convencimiento, cada vez más extendido, de que nos encontramos ante un bien natural finito, el agua, está haciendo que cada vez sean más los países interesados en las técnicas de desalación. Este hecho es especialmente cierto en España, donde las últimas sequías han levantado un profundo debate sobre el problema de la obtención de agua potable. 

Aunque las lluvias del pasado invierno han enterrado el fantasma de cinco años de secano y de discusiones en torno a la política hidrológica del siglo XXI en España, el problema sigue ahí. ¿Qué hacer? ¿Más pantanos? ¿Trasvases? ¿Medidas de ahorro, tal vez?

Las presas son cada vez más caras y están más alejadas de los centros de consumo, por lo que las conducciones son cada vez más difíciles. De igual forma, las aguas subterráneas sufren una progresiva contaminación y presentan altos riesgos de sobreexplotación, con las nefastas consecuencias que esto tendría en el entorno natural. 

Por último, los trasvases presentan enormes dificultades políticas. Los últimos acontecimientos sucedidos en España en este sentido son suficientemente clarificadores.

En este contexto, la desalación de agua de mar se presenta como una alternativa muy válida y con la que la mayoría de los implicados –políticos, técnicos, consumidores, etc.- se muestran de acuerdo. 

Además, la desalación presenta ventajas comparativas con otros medios utilizados para solucionar el problema de escasez de agua. Como afirma José Antonio Media Sanjuan, Ingeniero Agrónomo especialista en desalación, “se trata de una nueva oferta de un recurso con el que se puede contar con total confianza y que, como tal, debe ser tenido en cuenta y gestionado”.

Las primeras plantas de desalación de agua de mar aparecen en España en 1966 en las ciudades de Ceuta y Alucida, con capacidad para depurar 4.000 y 1.400 metros cúbicos al día, respectivamente. Poco después, ya en la década de los setenta, es cuando empiezan a instalarse plantas en las islas Canarias y comienza un progresivo crecimiento en la capacidad de depuración. 

En la actualidad, la capacidad total instalada en España está en torno a los 250.000 metros cúbicos al día, de los cuales el 95% corresponde a las diez plantas instaladas en las Canarias. Las grandes posibilidades de las desaladoras en nuestro país vienen avaladas por una sólida tecnología nacional, desarrollada durante 30 años y que se exporta incluso –es el caso de la reciente planta instalada en Chipre- a otros países.

La población española abastecida con agua procedente de desaladoras es de 800.000 personas, de los que cerca de 600.000 corresponden a la isla de Gran Canaria. Aunque esta cifra pueda parecer alta, representa tan solo el 1% del consumo urbano total del país.

El Ministerio de Obras Públicas, Transportes y Medio Ambiente, ahora Fomento, tiene prevista la construcción de otras siete plantas desaladoras basadas en la nueva técnica de ósmosis inversa. Estas nuevas instalaciones se realizarán en Cádiz, Sevilla, Málaga, Marbella, Murcia y Valencia. El desarrollo de estos proyectos tendrá lugar entre este año y el próximo.

En lo que respecta al tipo de tecnología utilizada en nuestro país para conseguir la desalación, el 58% del agua depurada proviene de plantas de ósmosis inversa, el 24 de evaporación súbita multiefecto, el 7% de plantas de compresión mecánica de vapor y el 1% restante se debe a plantas multiefecto. Esta tendencia en la utilización de las diferentes tecnologías de desalación sigue la pauta que se está produciendo a nivel internacional.

Desde hace algunos años, dos grandes familias tecnológicas de desalación son las que imperan: los sistemas de destilación o evaporación (por compresión mecánica o multiefecto) y sistemas de filtración o de membranas (ósmosis inversa). 

El primero de ellos se basa en la existencia de un foco de calor para lograr la evaporación del agua marina que, posteriormente, se condensa una vez desalinizada. Juan María Sánchez, director adjunto de INI Medioambiente, explica el proceso: “La idea de este tipo de técnica es destilar el agua de mar y recuperar el calor latente del vapor producido para calentar más agua de mar que continuará evaporándose. Si las áreas de transmisión de calor fueran infinitas y no se produjeran pérdidas una vez comenzado el ciclo, éste se auto mantendría, pero como esto no es así, hay que disponer de una fuente externa de energía”. 

La ósmosis inversa, por el contrario, utiliza un sistema de bombeo de alta presión del agua contra un grupo de membranas que filtran el agua y retienen la sal. Necesita menos costes de mantenimiento e inversión, además de consumir mucha menos energía. En general, se puede decir que las plantas de evaporación están especialmente indicadas para obtener grandes producciones de agua potable, mientras que la ósmosis inversa está más indicada en pequeñas plantas, incluso para desaladoras portátiles.

A pesar del indudable futuro de estas tecnologías, no todo son ventajas en la desalación de aguas. “Si algo queda claro –matiza el ex Director General de Obras Hidráulicas, Adrián Baltanás-, es que la desalación tiene mucho presente y mucho futuro, pero debemos ser cuidadoso y no dejarnos seducir por la falsa ilusión de que la desalación puede resolver todos los problemas del agua, sino aplicarlos en los casos concretos en que resulte la alternativa más conveniente”. Esto es: cuando y donde compense el precio relativamente alto de esta agua.

Y es que la potabilización del agua marina es una solución que puede considerarse cara, aunque no la que más. Durante la recién superada sequía, los sevillanos han llegado a gastarse hasta 40 millones de pesetas diarias –a razón de unas 50 pesetas por litro- en agua embotellada. Por contra, el metro cúbico de agua desalada viene a costar hoy día entre 100 y 200 pesetas, un precio más que razonable si se trata de abastecer a poblaciones que sufren cortes de agua de varias horas al día.

El otro gran problema de las plantas desaladoras radica en sus grandes consumos energéticos, que suponen aproximadamente el 80% de sus costes de funcionamiento, lo que no solo dispara su precio por encima de las cien pesetas, sino que también produce un impacto ambiente –principalmente por la quema de combustibles fósiles- difícil de asumir cuando España se ha comprometido a reducir sus emisiones de C02. Por si acaso, las compañías eléctricas ya han dado su aprobación entusiasta a una actividad como la desalación que vendría a solucionar la sobrecapacidad actual de sus centrales térmicas y nucleares.

En este sentido, todo parece indicar que la gran cantidad de electricidad demandada por las nuevas plantas potabilizadoras está empezando a venir por caminos novedosos. Es el caso de las “plantas duales” o de cogeneración, que producen electricidad para uso doméstico pero, además, aprovechan el calor residual para la desalación. “La planta dual garantiza un bajo consumo energético -explica Antonio Lara, Subdirector de Desarrollo de Sevillana de Electricidad-, bajos costes de operación y mantenimiento, puesto que están compartido con los del grupo térmico y una nula operación y mantenimiento en parada. Todos ellos son factores que reducen notablemente el precio final del agua”. 

Otro ejemplo en este sentido es el que ha puesto en marca el Centro de Investigaciones Energética, Medioambientales y Tecnológicas (CIEMAT), que está ensayando el uso de paneles solares para la obtención de energía destinada a la desalación en la Plataforma Solar de Almería. 

Autor. Simón Bernal.

Este artículo se encuentra en el número 311, de julio-agosto de 1996 de la revista Cimbra.